Apuntes desde la pandemia
Jerónimo Ainsuain es Médico (Mat.22190) del Centro de Atención Primaria de la Salud Fonavi N°25 de la ciudad de Rosario. En una publicación realizada en los últimos días, realizó un recorrido en primera persona, visibilizando las necesidades, los padecimientos y las esperanzas que tienen vecinas y vecinos de los barrios más vulnerados de la región, y también las y los médicos que trabajan allí, aún en tiempos donde el coronavirus pareciera ser la única preocupación.
Transcribimos el texto completo:
Escribo seguido para ordenar lo que pienso que no es poco. Pero es difícil ordenarlo en este momento. Recién vuelvo de trabajar del centro de salud de un barrio, que aunque cerca del centro, está muy atravesado por lo que te imagines. Es difícil ordenar las ideas en estos momentos. Venimos de festejar que nos donaron unas máscaras para atender…Bah festejar, festejo la solidaridad. No el sistema atado con alambres…Ahora estoy esperando a una piba que me dijo que iba a darme unos barbijos porque quiere ayudar.
Les cuento que hoy Yamila festejó que le salió la ayuda por unos pesos porque no tiene qué comer. Marcos no quiere acercarse al centro de salud porque lo tienen marcado y le tiembla la mandíbula cuando me lo cuenta. Carmen de unos 60 años sigue esperando que le salga algún laburo. Pero está esperando hace casi 20 años…desde el 2001 que perdió el remís con la crisis. Patricia cuida como puede a toda su tribu con su pareja salida no hace mucho de la cárcel -son muchas bocas que tienen que comer adentro de la casilla-. Claro que cuarentena casi no hacen porque no entran en la casa cuando están todos. Elvira vino porque la operaron y tiene que controlarse, pero no se quiere ir hasta Pami. Le queda a 40 cuadras y ella es sola…se le complica. Vanesa me vino a pedir una interrupción de su embarazo, no deseado claro. El pedido de interrupción de cada semana. Manuela tiene dos hijos y quiere ver si le puedo dar un kilo más de leche porque con uno solo no le alcanza. Mario no se acercó…ni lo crucé. Me da curiosidad qué está haciendo Mario…no tiene Netflix ni sillón cómodo ni Pedidos Ya. Lo único que le conocí es un hermano con el cuál casi no se habla, una debilidad por la cerveza cualquier día a cualquier hora, algunos temblores que ni siquiera le pertenecen sino a la abstinencia y un bolso lleno de cositas para vender en la calle donde pasa horas y horas pateando. Adonde andará? Ojalá vuelva. Por lo menos para saber que está.
Pienso y pienso (qué raro vos pensando me diría más de uno)…pienso en mi rol de médico. Aliviar el dolor? Mitigar el sufrimiento? Decirle a la gente “tranquila no es coronavirus”. Acompañar la curación de una herida o el proceso de un embarazo…como el de Mariana que vino hoy con una cara… se le notaba en los ojos la felicidad de sus 37 semanas de embarazo y claro, un poco de miedo por lo que vaya a pasar. Le pregunté cómo se llama mientras escuchábamos los latidos del corazón…Bautista me dijo sonriendo.
Pienso y pienso la pregunta que me hizo un amigo ayer…¿Te hace feliz ser médico?…Después de hoy, como después de cada jornada, lo reafirmo y no me quedan dudas que sí. Que me da felicidad. Claro que los gestos como el de Paula que me trajo un frasco con mi nombre sublimado ayudan. Así que no me quedan dudas que elegí bien.
En realidad la medicina me hace bien. Lo no me hace bien es la injusticia que es el menú de todos los días. Dirán “eh pero sos médico, trabajas con la enfermedad” y si. Ya se. Pero lo que habitualmente acompañamos, no es el proceso natural de una persona que envejeció con un vivir digno, sino personas con cuerpos arrasados por la injusticia, la desigualdad, el individualismo, el machismo…todo lo que trae este sistema básicamente. Lo que le trae a los pacientes y a las y los trabajadores, que disfrazados de héroes nos bancamos todo tipo de pisoteadas, todo tipo de injusticias. Los gobiernos nos piden siempre más, para emparchar las miserias que ellos generan. Un día nos piden que trabajemos con uno, dos o tres profesionales menos, otro día nos piden que tengamos paciencia que ya van a llegar los insumos, otro día se atrasan los pagos, otro día te llama una compañera que la dejaron sin cubrir guardias porque era monotributista “Y ahora cómo le doy de comer a mi hija?”… al otro día sos residente no rentado y te piden que vengas a vestirte de mártir, sin obra social, sin ART, sin salario, que te pongas a la par de tus compañeros a sostener la demanda de la población. Otro día haces una vaquita para comprar alcohol en gel porque no mandaron, o rogás que no llegue un paciente con posible COVID19 porque no tenés lugar para aislarlo, ves a los funcionarios mandar consejos de coaching dando ejercicios de respiración para que el paciente se tranquilice cuando esté en crisis, le piden a los terapistas que se preparen y den todo y hace meses que no le pagan su adicional a más de uno por trabajar en emergencias, te dicen que el recurso humano es fundamental pero no te garantizan un pasaje en colectivo durante la pandemia para llegar al hospital…y contando.
Y sigo pensando y pensando. Vuelvo a la pregunta de mi amigo, me da felicidad ser médico y también me da bronca, miedo o impotencia todo este bardo…pero saben qué es lo que más me alivia? Lo que más me alivia es que en esas injusticias que vive cada paciente y cada compañerx, en cada compañerx que quiere reclamar algo, en cada compañerx que quiere un mundo distinto y en cada gesto de solidaridad y cooperación (nada de esto abunda pero me gusta buscar y entrenar esa capacidad todos los días) veo los argumentos que me reafirman la idea de que todo esto debe ser cambiado. No fue, no es y no será fácil. Tampoco fue, es ni será fácil corregir la glicemia de Miguel que tiene diabetes y no tiene para comer más que harinas o generar avances para tratar el COVID19. Pero a su vez le buscamos la vuelta, leemos las últimas guías, libros, papers y lo hacemos igual para tratar de que Miguel sobreviva y se sienta lo mejor posible o para dar sostén al paciente con COVID19…eso debe ser cambiado y punto…como este mundo.