“Volví a nacer cuando me dieron mi DNI”

Una rápida búsqueda de información sobre el Registro Nacional de Personas (RENAPER) nos dice que se encargan de “Realizar el registro e identificación de todas las personas físicas que se domicilien en el territorio argentino o en jurisdicción argentina y de todos los argentinos cualquiera sea el lugar de su domicilio, llevando un registro permanente y actualizado de los antecedentes de mayor importancia, desde su nacimiento y a través de las distintas etapas de su vida, protegiendo el derecho a la identidad”.

Analizando fugazmente esas palabras, entendemos que, si alguna persona aún no está registrada, no figura en ningún papel, no cuenta con el DNI; esta viendo subyugado su derecho a la identidad.

El pasado 26 de octubre, en el marco del Día Nacional por el Derecho a la Identidad, Alberto Fernández anunció el lanzamiento del Certificado de Pre Identificación para comenzar a saldar una deuda con aquellos y aquellas que no se encuentran inscriptos en el Renaper. La imagen de la primera mujer en recibir su certificado de identidad en ese mismo acto, nos arroja un par de ojos emocionados, reflejando un sentir que difícilmente puedan ponerse en palabras.

Fernández dijo: “Es imperdonable que haya indocumentados en Argentina. Por no estar registrados, son gente desconocida en el país donde nacieron y viven”. Y agregó: “la falta de reconocimiento de la identidad puede implicar la inexistencia jurídica de la persona; dificultando y hasta impidiendo, el pleno ejercicio de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales”. Aún hoy hay mucha gente que no cuenta con un DNI y en la columna de género “Sacar la voz”, nos propusimos pensar qué significa hoy por hoy hablar de identidad.

Dialogamos con María Inés Rodriguez, vecina de Serodino, docente en Oliveros y una de las personas que, por no haber sido inscripta al momento de nacer, tuvo que sortear mas de un inconveniente durante su vida. Un testimonio lleno de emoción que nos hace entender la importancia de contar con un Documento Nacional de Identidad, y estar inscriptas.

“Al momento de nacer, fui dada en adopción sin papeles ni nada que valide quien soy. Me dejaron en Serodino que es donde crecí. Tuve que convivir con todos los prejuicios que se construyen en un pueblo donde nos conocemos todos. Me señalaban y decía que era adoptada y empecé a tener dudas”.

En una búsqueda por saber mas sobre ella misma, María Inés comenzó a desempolvar papeles que su madre guardaba: “Buscaba algo donde apareciera con el apellido Rodriguez. Pero no había nada, ni siquiera el certificado de nacido vivo. Un día finalmente encontré la libreta de matrimonio de mis padres. Aparecían anotados mis dos hermanos mayores pero yo no. No figuraba mi nacimiento”.

“Lloré muchisimo pero no dije nada. Lo guardé durante muchos años hasta que a los 14 años, cenando con mis padres, les pedí que me dijeran la verdad. Comencé a buscar a mi madre biológica con todas las trabas que se imaginan, sobre todo porque no me decían la verdad. Cuando fui mayor de edad pude tener mas herramientas pero seguía sin tener un DNI, me pedían fotocopia de la cédula para poder, por ejemplo, anotarme en la secundaria y yo no tenía nada. No tenía un número que me reconociera como habitante por lo que comencé a tramitarlo“.

La docente dice: “No es una tarea fácil” y se nos viene a la mente la idea de que tener una identidad es realmente un privilegio. Ahí, donde la burocracia del Estado llega con muchas dificultades, más de uno y una debe bajar los brazos y dejar de insistir por pertenecer a esas 44 millones de personas que tienen un número en un registro. “Tuve que pasar por muchas situaciones feas y se complicó cuando tenía que viajar si o sí a Buenos Aires para llegar al RENAPER. No me quedó otra que ir” detalla María Inés.

A las 14.30 de la tarde, de un día jueves, me dieron mi documento de identidad“, cuenta. La precisión del recuerdo simboliza la importancia de ese suceso en su vida. “A los 26 años descubrí mi nombre en letras“, comenta todavía emocionada citando a León Gieco. “Hasta ese momento todos me decían que me llamaba María Inés Rodriguez y yo les respondía ¿Dónde dice que yo soy esa persona? Cuando tuve mi documento en las manos nací de nuevo“.

Algunas y algunos nacemos con un DNI debajo del brazo. Para ella recibirlo no fue sencillo, entre otras cosas porque al ser nacida en 1979, tuvo que despejar dudas también en relación a las desapariciones sucedidas en la dictadura cívico-militar. También porque al vivir en el interior del país, la inexistente descentralización de los servicios del Estado en ese momento, y el tener que viajar a Buenos Aires, no era fácil. Afortunadamente contó con la ayuda y el acompañamiento de su núcleo familiar, entre otras cosas, tal como dice: “Mi historia tiene un final feliz y le digo a todos y todas que no dejen que las trabas los venzan y sigan luchando por su identidad“.

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