Granadero Baigorria: Presentan material transmedia por los 130 años de la ciudad

Un día como hoy, hace 130 años atrás, a Lisandro Paganini le aprobaban la autorización de la traza del pueblo que actualmente es la ciudad de Granadero Baigorria. En “el hormiguero” hablamos con el escritor y periodista Hugo Cravero quien viene realizando un importante trabajo que reúne las historias del surgimiento de la localidad. El material, dispuesto de manera transmedial bajo el nombre “De Paganini a Baigorria”, cuenta con un libro con el mismo nombre, imagenes, música hecha por artistas locales, y mucho más. Será presentado oficialmente el próximo viernes en “Estación esperanza”, en el acceso a Baigorria a partir de las 20:00 horas.

De ésta manera, con el trabajo de investigación realizado el escritor nos comparte información sobre los comienzos de Granadero Baigorria, desde el pueblo originario de los Chanaes, la razón de su nombre. En el epílogo de dicho libro, Cravero regala a todos los habitantes de la ciudad, un relato lleno de imagenes, sonidos, aromas e historias:

Baigorria, KM0

Cuando de pibe mediamos la vida desde la alegría del ser, desde la fe no cuestionada, sobraba la certeza de que cada lluvia barría los techos de los malos pesares. Entendíamos que nuestra ciudad trazaba en el cielo algo protector, detrás de cada árbol, en el reto de una madre, en la quietud universal de la siesta sabatina.
Por eso es que hacíamos las más intrépidas pruebas en débiles bicicletas, corriendo camiones regadores en las polvorientas calles de verano, tratando de hacer morisquetas para sacar una carcajada a la muchachada.
Había un pasodoble en un patio trasero lleno de malvones y olores a comida recién hecha. Eran los tiempos de la mixtura perfecta, y quería quedarse eterna. Eran días justo y de caricias necesarias.
Sabíamos varias cosas increíbles. De las heladas de julio con sabañones, mandarinas dulces y escarchas en las zanjas; del viento de agosto que los barriletes solo podían domar y su feroz tormenta de “Santa Rosa”; de septiembre de azares, alergias y mariposas; de diciembre de navidades, nuevos comienzos y bailes en lo de Orzuza; del cálido enero interminable, de marzo con la vuelta a clases donde aprendidos la suma, la resta, la división y la multiplicación de panes y peces.
Cómo perderse en el olvido más oscuro donde fuimos tan felices como nunca jamás hemos vuelto hacer.
Hay una memoria escondidas por estas esquinas, a pesar del asfalto. Es tan poderosa esa presencia que siempre regresa el niño que fuimos, el pibe que se enamoró una y otra vez, del muchacho que volvió a enamorarse por cosas más concretas, y el hombre que quiere volver a enamorarse de lo abstracto.
Baigorria ha sido y es nuestro punto de partida. Inicio de la magia y la vida. Destino y fin de miles que resistimos al negligente ostracismo ladino.
Al final del recorrido. Cuando se sienta la necesidad de parar y la soledad entone su póstuma decisión, allí deberemos emprender el retorno a las huellas de lo fuimos y somos.
Y volver a Baigorria.
Rural y salvaje.
Quieta e insolente.
Asesina y litoraleña.
Culta e injusta.
Huidiza y cruel.
En blanco y negro.
Para descansar con la misma sonrisa que nos sorprendía la campana de un recreo, en una recóndita aula, de una vieja escuela, de una ciudad húmeda que amaremos hasta el último de nuestros días.

Escuchá más sobre la historia de Granadero Baigorria en la nota: